Podemos pasarnos minutos, horas, días, lunas y semanas entre cuatro paredes. Podemos alimentarnos a base de suspiros y miradas. Podemos perder la cabeza y accionar el interruptor que dice “cordura” y dejar noches de incienso a nuestro paso. Podemos provocar huracanes, gritos y desesperaciones, que nuestro seguro no corre riesgos a terceros. Podemos crear un microcosmo, en medio de tanta destrucción y tanto caos, donde reine la paz y el éxtasis, a dosis de igualdad. Podemos pintar con nuestros dedos el universo infinito. Y ¡qué coño!, si nos lo proponemos podemos ascender un metro o dos por encima de tanta cabeza hueca. Podemos, podemos, porque ahora sí, tenemos el poder para hacerlo todo.